miércoles, 17 de febrero de 2010

Cómo ser feliz en 3 lecciones

Lo admito, el título es un engaño. No hay manera de ser feliz en tres lecciones… sólo en una. Pero no es tan glamorosa, mágica, mística o fuera de este mundo, por el contrario es tan sencilla que raya en lo absurdo: para ser feliz sólo tienes que asumir que lo eres. La explicación de esto es algo más profundo, así que no te vayas todavía.

Una de las cosas que la evolución nos ha dado ( aparte de pulgares oponibles, calvicie corporal y lenguaje estructurado ), es el lóbulo prefrontal, es más, el córtex del lóbulo prefrontal (queda detrás de los ojos, por si acaso). Esto nos permite hacer algo que asumimos que los demás animales no lo hacen (o quizá no nos lo cuentan todavía): simular. Antes de cualquier situación podemos simular el resultado y por eso somos fácilmente engañados por la publicidad que simula situaciones por nosotros. Por eso creemos que si compramos esas llantas vamos a tener esa mujer en bikini y por lo tanto seremos felices. A las agencias de publicidad no les conviene que uno sea feliz, simplemente les conviene que uno desee serlo. La felicidad no mueve el consumo, el deseo de felicidad es lo que mueve. Por eso, siempre tiene que haber una campaña que te diga cuán infeliz estás. Si tú crees que eres feliz con quien eres y lo que tienes, es difícil que compres algo más.

Y también funciona esto en las relaciones. Yo he tenido el problema de ser feliz antes de encontrar pareja y eso es una de las cosas menos dulces que puede haber. Por eso Hallmark no vende tarjetas que digan “sin tí… no me pasa nada”, “desde que llegaste a mi vida, mi felicidad se mantiene igual” o “no te necesito para ser feliz”. La felicidad no mueve, el deseo sí. Saberse feliz es sentirse que uno tiene todo lo que desea este instante. Pero fabricamos ilusiones de mundos perfectos y las comparamos con nuestro mundo imperfecto, lógicamente que uno sale perdiendo. Ante la ilusión, la realidad no puede competir. ¡Maldito lóbulo prefrontal! Entonces simulamos… y la verdad sea dicha, no sabemos simular bien. Uno creería que si se saca la lotería va a ser más feliz que si queda parapléjico… pero no es verdad. Si les preguntas a personas después de un año del evento que cambió su vida, su nivel de felicidad es el mismo. Y uno puede darse cuenta de que si come cualquier comida mugrosa en la calle o en el mejor de los restaurantes, su felicidad será significativamente igual a ver un ocaso en el mar o ver los Simpson en la TV, puede darnos igual (claro que es más poético el ocaso). Sí, nosotros mantenemos nuestro nivel de felicidad casi siempre… pero hay veces que varía, ¿verdad?

Los eventos funestos, lo ominoso, lo terrorífico… todo esto provoca que la felicidad decaiga. Pero ahí radica la diferencia entre “ser” y “estar”… uno puede “ser” feliz, pero “estar” triste. De nuevo, es una situación de asumir y de simular. Cuando uno está triste puede asumir que esa tristeza no terminará y simula un mundo oscuro, vacío e inerte. Lógicamente, ese mundo deprimente puede deprimir a los más alegres… pero es una simulación. Hay mucho que puede ocasionar dolor, pero el sufrimiento es una elección… al igual que la felicidad.

Entonces ¿cómo ser feliz? No creo que esa sea la pregunta adecuada. La cuestión de todo es que uno ya nace feliz y pasa su vida feliz, pero sin saberlo. La pregunta que uno debería hacerse todos los días es ¿quiero ser feliz hoy? La felicidad es una decisión. También sirve levantarse todas las mañanas y decir ¡qué diablos, hoy voy a estar feliz! Simular esos mundos es muy bueno, sobre todo cuando uno trata de ser escritor, filósofo, científico, artista o voluntario de Cruz Roja, pero condicionar la felicidad a esos mundos imaginarios puede llegar a ser una tortura…ante ello, solo despierta.

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