viernes, 10 de agosto de 2012

El hola eterno


Sacar el teléfono, navegar entre la lista de nombres, leer incluso el nombre de personas que no sé si aun viven,  el aburrimiento hace que revise los nombres de las personas a las que puedo molestar, puedo escribirle a muchos con un “que tal” o un “que hay”, pero  su nombre aparece, y el surfeo del celular se detiene, escribir o no escribir ahí está el dilema, que decir, que no decir, ¿Cuántas palabras se necesitan después del hola para no parecer un estúpido?
Hola, ¿cómo te va?...¿y si no contesta?, ¿y si contesta?...es interesante que aun después de toda el agua que ha pasado debajo de mi puente aun me sienta como un chiquillo, para ciertas personas el temor al rechazo desaparece después de los 500 rechazos, a otros nos toma un poquito más.

Hola, esta noche quiero escribirte, pero no por aburrimiento, quiero escribirte por cada una de las veces que me he detenido en tu nombre, por todas las veces que he intentado escribirte y me he quedado sin saber que decir después del hola, sin saber cómo empezar la conversación, y aun así, hoy no sé qué decirte, no puedo decirte que te quiero porque no sé qué es lo que siento, puedo decirte que pienso en ti porque de hecho lo hago cada vez que escucho la radio, no sé que tienes que me atraes, me hechizas, llevo tu aroma en cada lugar, el recuerdo cálido de tu sonrisa y tu mirada tan serena, tan brillante, como una estrella…tan lejana.
Entonces espabilo y decido que lo mejor es llamarte, pero me engaño, escribirte implica un pseudo anonimato  que la llamada arruina, otra vez el dilema: ¿qué te digo?, y utilizo una excusa, te pregunto alguna tontería, algo que seguramente piensas que ya sabía, y no ves la necesidad de mi llamada, lo siento en la forma en que me explicas y mientras hablas siento como interrogas el verdadero motivo por el cual te llamo, quizá no es así y la culpabilidad de mi débil excusa revela mis pensamientos por medio del tono de mi voz, de forma atropellada aseguro haberte entendido, sonríes, quizá porque sabes que es un ardid, no me conoces, pero sabes que no soy de los que hacen las cosas porque sí, sabes que hay un motivo, susurras un hasta pronto y tu sonrisa se desliza como un rayo entre mis neuronas, el remedio fue peor que la enfermedad: haberte escuchado no me quitó la pica de saber de ti, al contrario me hizo creer que sabes en que línea me muevo, me hizo pensar que no te disgusta, me produjo la sensación equivocada de que algunas veces las estrellas se pueden alcanzar.

Hola, no tengo nada que preguntarte, solo te escribo para decirte que estoy pensando en ti…