miércoles, 27 de marzo de 2013

deber número 2

Y bueno, terminamos en un taller de redacción creativa, sí, ya sé que tengo inglés, francés, maestría y trabajo, se podría ser menos nerd, pero ya saben, no me sale.

El segundo deber consistía en leer un cuento de un japonés llamado  Ryunosuke Akutagawa, la historia es muy buena, había que leerla y luego crear otra declaración, el cuento lo pueden leer aquí: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/jap/akuta/bosque.htm 

Ojo al dato, no aparece Goku por ningún  lado.

Dicho esto, aquí está mi versión de la historia


Esa mañana algo me inquietó, no puedo explicarlo, fue como si mi instinto me susurrase que no sería como los demás días, mi amo y mi ama salieron muy temprano, supe que no estaba en sus planes volver pronto porque dejaron asegurada la puerta más de lo usual, pero ya llevo muchos años sirviendo a mi amo, incluso desde antes que la ama llegase a nuestras vidas, así que, conocedor de cada rincón de casa, me pude escapar.

La tarde transcurría tranquila y apacible, me gusta darme unas cuantas escapadas e ir a deambular, pero esta vez no me interesaba el ocio, me interesaba mi amo y esa extraña sensación que empezaba a germinar en mi pecho. No perdía de vista a mi amo, aunque conservaba la distancia para que no me viera, no quería que tenga que retrasar su caminata por mí; Avanzaba a paso regular con mi ama, de mantener ese paso, en algo menos de una hora nos encontraríamos en la ruta a Yamashima, me gusta esa ruta, está llena de personas, niños y mercaderes, es muy fácil encontrar comida ahí.

Mi ama iba molesta, como es habitual en ella, “una mujer de carácter”, decían, pero simplemente es una persona que nunca está conforme con nada y me trata mal cada vez que puede y que mi amo no está en casa, nunca entenderé que le vio a ella, pero mi amo está enamorado y mi función es obedecer.
Como les dije, yo iba detrás de ellos, a paso distante para que no me vieran, fue curioso, pero en un descuido con unos niños me encontré con un sujeto que miraba fijamente a mis amos, llevaba un kimono viejo y una katana bastante desgastada, seguro es uno de esos ronin que andan por ahí, pensé, pero no le di mucha atención, era común que la imagen de mi amo llamara la atención y mi ama también era muy bonita y muy pocas veces puede pasar desapercibida. El ronin aceleró el paso y dio alcance a mis amos, no alcancé a escuchar lo que decían, pero pude ver la cara de interés de mi amo, la ama se quedó cerca del camino mientras mi amo se internó en la espesura del bosque, dudé, me quedaba con la ama y la protegía a la distancia o me acercaba a asegurarme que mi amo estuviera bien… me encontraba en ese momento de duda cuando unos niños empezaron a arrojarme piedras sin motivo, traté de comportarme amenazador, pero fue peor, al poco tiempo no sólo los niños sino también algunos adultos me lanzaban piedras, palos y me gritaban que me alejase, huí, no pretendía alejarme mucho, pero al poco tiempo  perdí de vista a mi ama, al volver a la ruta me parecieron escuchar unos gritos, reconocí la voz de mi ama y corrí con todas mis fuerzas, entre los arbustos vi una figura femenina, no tardó en atravesarse conmigo, era mi ama y corría despavorida llorando, volví a dudar, la seguía o buscaba  mi amo, esta vez decidí pronto, reemprendí la carrera hasta llegar a un claro, mi amo estaba amarrado a un árbol y tenía un puñal en su pecho, me miró incrédulo, pero no me pudo decir nada, el cielo sabe lo que hubiera dado por poder decirle algo, respiraba agitado y con mis dientes rompí la cuerda, mi amo pudo acostarse, la herida le dolía mucho, lo sabía por sus gritos ahogados y por los gestos que hacía con cada intento de movimiento, intenté disminuir su dolor retirando el puñal, pero la sangre le salió a borbotones y no supe como detenerla, angustiado traté de acariciar a mi amo, me miró y sonrió, en ese momento supe que había aliviado su sufrimiento, puso su mano sobre mi cabeza y se durmió, ya no pude levantarlo.

Corrí lo más veloz que pude a buscar ayuda para despertar a mi amo, pero todos pasaban de mí y no me entendían, la desesperación se apoderó y, debo admitirlo, me comporté algo violento, me atraparon y no pude hacer más. Al poco tiempo un detective andaba haciendo averiguaciones y preguntaba por la plaza del pueblo, pero nadie sabía algo que ayudase y yo me sentí como el mayor de los inútiles, el detective pasó junto a mi jaula y ladré, ladré muy fuerte pero no obtuve nada más que una mirada de desprecio, es lógico, cómo más iban a mirar a un perro que no pudo cuidar de su amo y que ahora quedaba en el olvido.

jueves, 21 de marzo de 2013

El camino leído


Leo desde que tengo memoria, no tengo claro cómo ni cuándo aprendí a leer, no recuerdo alguna vez haber separado sílabas ni haber hecho planas, pero recuerdo a “la biblia de los niños”, una píldora poco dogmática que enfocaba hechos de la biblia como historias digeribles, los primeros pasos en una religión que no demoré en dejar de lado y salir corriendo, luego recuerdo a “cuentos y poemas” ahora que lo pienso detenidamente, fue lo único de lectura infantil que tuve, me gustó y aún los conservo, han sido los únicos libros que nunca dejé partir, quizá para recordarme una infancia ya lejana, pero que disfruté día a día.

Me causa un poco de gracia ver cómo han clasificado la lectura por edades o por rangos, lectores jóvenes, lectores intermedios, nunca pude disfrutar, o sufrir,  de esa clasificación. En mi temprana adolescencia no tenía límites para leer, leía cuanto llegaba a mis manos, a veces no era algo agradable, pero casi no tengo recuerdos de esas situaciones, recuerdo a “Sherlock Holmes”, recuerdo al “hombre invisible” de Wells, recuerdo al Quijote y ese sabor agridulce de ser la máxima obra literaria en lengua española, pero que aún al día de hoy no la vea como la gran cosa, si alguien se ofende por esto, lo lamento, pero personalmente no alcanzo a dimensionar la maravilla detrás del “Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”

Los años de adolescencia llegaron con la poco grata obligación de los grandes clásicos, las grandes obras griegas, tradición ajena a raudales, pero la educación formal se compromete con hacerte leer sin preocuparse con que aprendas a leer, el paso súbito de la prosa al verso, al soneto y la aparición de un idioma amanerado pero apasionante: el francés, los poetas malditos  desfilaron ante mis ojos y durante la edad de colegio me atreví, con más esfuerzo que éxito, a escribir poesía. No dejé de leer, no perdonaba género ni autor, pero me divorcié de los escritores latinoamericanos, lo he dicho: soy un pésimo latinoamericano, no veo gusto en las letras de Gabo ni soporto la arrogancia que utiliza Vargas Llosa para esconder sus complejos, marqué distancias y decidí no fijarme más en el autor pero sí volcarme hacia la obra. Neruda llegó con sus versos del capitán, llego con su canción desesperada, con sus versos y al final con su “confieso que he vivido” que me ha dado las más grandes sonrisas y las más sentidas lágrimas, sin importar cuantas veces lo lea.

El espíritu científico que reside en mi encontró lugar en el viaje en el tiempo, ante mi las obras de los mejores: Wells, Heinleim, y muchos otros libros que tratan o coquetean con el tema, aún ahora es un tema que me apasiona tanto, que a pesar de ser médico,  leo física cuántica, teoría de partículas y a los grandes cerebros que el mundo ha visto en el campo de la física y la ciencia.

En los años de universidad llega Saramago y sus ensayos, su “intermitencias de la muerte”, Coelho con su “manual del guerrero de la luz” que tanto paralelismo le encontré con mi vida y mi forma de ver el mundo que me rodea, así como sus historias bañadas con auto superación, reflexión, meditación, mundo y puntos de vista, Palma y sus mapas, sus historias enredadas y enredantes y me sacan de este mundo, llegan muchos libros basados en el Londres del siglo XVII con esa capacidad de moverte en espacio y tiempo; redescubro que un libro no es tan solo un grupo de hojas, es una puerta a otros mundos, otras realidades.
A lo largo de mis años he leído mucho, enumerarlos todos no habría dado oportunidad de narrar lo poco que he narrado, he pasado por diferentes géneros, autores y tendencias, al final considero que no hay libro malo y he aprendido a fuerza  a no fijarme tanto en quien escribe, como en las palabas que empiezan a flotar delante de mí cada vez que abro un libro.

Carlos Arias G.