miércoles, 29 de septiembre de 2010

Las salas de emergencias...

¡Qué bacan! ¡Es chevere que la gente vaya al cine! Lo peor es que cuando sales... ¡a ver qué haces! Con la manía que les ha entrado a los alcaldes de cerrar pronto las discotecas y no dejar beber hasta muy tarde, no sabes dónde meterte. Claro que yo controlo la noche, sé donde hay que ir para encontrar ambiente y relajo: a las salas de urgencias de los hospitales. ¡bacanisimo! ¡qué ambiente... eso es el mejor after hours que existe!

Lo primero que te encuentras, nada más entrar, es que allí cada uno va a su asunto. Fundamental para sentirte a gusto en cualquier sitio. Uno llega allí con su abuela doblada porque se le ha “activado” un cálculo en el riñón, y la gente pasa de todo... ni puto caso... Ves a una tipa con mandil blanco:

—Oiga, mire, mi abuela que...

—Siéntese allí un momentito, que enseguida le llaman.

¿Por qué? ¿Piensan que allí sentada le va a doler menos que en casa? ¿Es que meten calmantes en los conductos de ventilación?

Así que nada, aparcas a la vieja, que está hecha un cuatro, y te pones a mirar a la gente. ¡qué ambiente! ¡Selecto! ¡Y cómo van vestidos! ¡Supercómodos ! En pijama, en batona, desnudos y encima una manta... Que dices: «¡para un día que salen, que poco se arreglan! ¿No?». Pero bueno, que no te obliguen a ir de etiqueta ya es un punto a favor...

Enseguida se empieza a llenar aquello: ¡atención! Llega una familia con un niño que se ha tragado la llave del aparador de la abuela. Es bacan porque ves que toda la familia ha salido junta de farra: está el niño, la llave, la madre, el padre, la suegra, el abuelo, la chacha, y no se han llevado el aparador porque no cabía en el carro... Y todos gritando a la vez... Y el médico no sabe ni lo que pasa, ni quién es el enfermo... ni le importa. Setecientos tipos montando bulla... ¡y luego dicen que cierran las discotecas por el ruido! Pues harto escándalo hay en urgencias. En el cartel de «Se ruega silencio», en vez de una enfermera de los tiempos de Thalía con el índice sobre los labios..., deberían poner a un celador con cara de pocos amigos y guantes de boxeo. Sí, sí, como esos porteros de discotecas que parecen armarios que no te dejan pasarte de la raya...

Y luego, que no te hacen ni caso, aunque parezcas sacado de portada de la extra o de primer impacto. Ya puedes entrar con el ojo en la mano, y acercarte a la supervisora:

—Disculpe, señorita, mire...

—Sí, sí... Siéntese ahí un momentito que enseguida le llaman.

Por si te has perdido algo, siempre hay otro que lo transmite por teléfono:

—No, todavía no lo han visto... sí, el brazo cada vez está más morado, pero peor está el del ojo, ¡si lo vieras...!

Que no, que no echas de menos nada de las discotecas.

Hasta el ganado se parece. Por ejemplo: hay un tipo que no se mueve para nada. Claro, si estuvieses en la discoteca pensarías: «¡chuta, qué borrachera lleva ese!». Pero aquí dices: «¡mierda, ese tipo no se mueve! ¡Está muerto...!».

—¡Enfermera, este señor se ha muerto!

—Que se espere ahí, que ya le llamarán.

¿A que en las discotecas siempre te encuentras con el típico que dice: «Oiga, es que conozco al del bar, paso un momento a saludar...»? Pues aquí, igual.

—Oiga, usted no sabe con quién está hablando, mi abuelo fundó la Cruz Roja, y mi vecino es el ministro de Salud... ¡Quiero hablar con el inspector!

--Sí sí…siéntese ahí un momentito que enseguida le llaman.

Allí no se hacen distinciones. Y además la peña está unida. Si el tipo intenta colarse protesta hasta el muerto...

A todo esto, tu abuela retorciéndose con el cólico:

—¡Ay, qué dolooooooor...!

—Oiga, ¿no le pueden dar a mi abuela algo para el dolor? ¡Sí, sí, ya sé, que nos sentemos aquí un momentito que enseguida nos llaman!

Y el caso es que ya pues... lo siento por la abuela, pero casi prefiero que no llamen, porque conforme avanza la noche hay más ambiente.

Hasta se organizan concursos, como en las discotecas. Pero nada de Miss Camiseta Mojada, no; aquí gana el que tiene la cosa más rara:

—Me han sacado la basílica balear. (¿?)

—Pues a mí me duelen las verticales. (Cara de asombro)

—Yo tengo un gato enterito con uniforme…¿Un gato enterito con uniforme?

¡Luego te enteras de que tiene una gastroenteritis coloniforme!

En las esperas de urgencias siempre hay uno que huele mal y a su lado se queda un asiento vacío. Llegas tú y dices: «¡uy qué tontos! ¡Aquí hay un espacio libre!». Te sientas, todos te miran... y a los dos minutos te levantas asfixiado y te tienen que poner oxígeno.

¡Las sillas de urgencias...! Parecen sacadas de las películas de James Bond. Tienen un apoya brazos que en cuanto dicen tu nombre sales disparado...

—Alberto Ruiz...

-¡Yo, yo!

Da igual cómo estés, con el ojo colgando, los dientes en una servilleta... Sabes que tienes una oportunidad, sólo una. Como en las avícolas: si dicen tu número y no estás, ¡te jodiste!

Eso explica también que el servicio siempre esté libre. Otra ventaja sobre las discotecas. Todo el mundo se está meando pero no va nadie por si le llaman... Cuando no puedes más, orinas con la puerta abierta. Da lo mismo que la gente te vea porque en urgencias se pierde el pudor. Ya no puedes más, vas... y justo en ese momento...

—¡Amelia Gutiérrez!

¡Mi abuela! Sales corriendo con los pantalones en los tobillos, haciendo el pingüino...

¡De verdad que es chevere! ¡Además, te dan pastillas gratis! ¡De colores! Que como se entere el alcalde, cierra también las urgencias, ya verán...

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