lunes, 27 de julio de 2009

Me han regalado un perro


Hace ya unas semanas, unos amigos me preguntaron: “Oye, ¿qué quieres para tu cumpleaños?” (Súper atrasado por supuesto) -“Dame una sorpresa”, “No, no, dinos qué quieres, porque así es más fácil...” -“Que no, hombre, dame una sorpresa...”

“No, anda, dinos...”

Digo “bueno, un perro...” pero como el que dice una laptop, una tele, una videocámara... no, un perro ¡je!

A la semana siguiente recibo su visita en mi casa, veo una caja de cartón que se mueve... digo “no será un perro”. mierda, la abrí y era un perro... ¡un perro! Un cachorrito así, de un mes, haciéndome chantaje emocional. Miraba así... “el nunca lo haría” digo “bueno, pues yo tampoco, me lo quedo...”

Total, que un perro, ¿y ahora qué hago yo con un perro? Pues corrí a la librería, claro, como suelo hacer, y me compré un libro titulado “Cómo adiestrar a su perro”. Digo “mira, este parece que va con el tema”

Capítulo 1 – “Cómo hacer que el perro no orine en casa” Está bien, porque coincidía con lo primero que quería saber mi madre, también. Sí, así es que bueno, para esto hay varios métodos, y el más efectivo es el más cruel, consiste en coger un periódico, enrollarlo, untarlo por la orina y darle al perro, a mí de pequeño, pues no me hubiera hecho gracia que mi madre, en lugar de llevarme al orinal o cambiarme los pañales, me hubiera dado un bofetón con la mano llena de pis, pero bueno, pues como no me quedaba otra alternativa, mi madre realmente tenía prisa, digo bueno, pues le doy con un periódico, correcto. ¿Con qué periódico? ¿Le meto con el súper, es decir, flojito? O le doy un periodicazo con el universo...
Pues oye, al final ni el súper ni el universo, le di con la extra, que no hacía falta untarlo en el pis para que oliera mal...

Bueno. Capítulo 2. El perro tiene que aprender cuatro órdenes básicas en la vida de todo perro, que son “ven aquí”, “siéntate”, “dame la pata” y “échate”... en inglés. ¿Por qué? Porque así sólo te hace caso a ti y no entiende a nadie más, digo “muy bien... muy bien pensado, porque hoy en día prácticamente nadie sabe inglés...”

Entonces ven aquí es “can”, que es perro en inglés... Luego está siéntate, “sit”, la pata, “the... the pat”, y túmbate que es “flor”, que no sé qué carajo tiene que ver pero es así, entonces, la primera pues es fácil, dejas al perro aquí, te pones tú como a cuatro metros, “¡eh!... can”. ¡Ajaja! (risita). Claro, el perrito es pequeño y ya encima le vienes con idiomas...
Bueno, pues a la decimocuarta vez que le dije can, lo cogí por la pechera, lo arrastré por el piso, vino sin ningún problema... Lo jodido fue luego que se sentara, que me diera la pata y que se echara sin darle una galleta después, porque el librito decía “no se le ocurra a usted darle galletas, no, el perro tiene que hacerlo porque sí, porque es su naturaleza de perro” Si, hombre, y tú te crees que los perros son pendejos.

El caso es que con paciencia el perrito fue asimilando estos conceptos, incluso alguno más difícil que no venía en el libro, como “no te subas al sofá si mi madre está delante” y otro que le tocó aprender con la experiencia que es “si tu dueño llega a casa a las seis de la mañana cansado, tú no meas hasta las cinco de la tarde”.

Es decir, que tengo un perro, lo quiero mucho, porque el roce hace el cariño, pero vamos, no le saco ninguna utilidad.
Bueno no, cuidado, una sí. Al cabo de un tiempo nos hemos dado cuenta de que un perro sirve básicamente para utilizar la cámara del celular. Oye, estás aburrido y no hay nada bueno en la tele... “ok” “tómale una foto al perro”...

Así que tengo un perro, y quizás se pregunten a estas alturas, “Chucha, ¿y por qué te lo quedaste?”

Pues es que no lo sé, ahora, eso sí, tengo una cosa muy clara, si un día yo me hago famoso por atracar bancos, masacrar huérfanos y violar monjas, el perro me seguiría recibiendo igual de contento cada vez que llego a casa.

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