Sacar el teléfono, navegar entre la lista
de nombres, leer incluso el nombre de personas que no sé si aun viven, el aburrimiento hace que revise los nombres
de las personas a las que puedo molestar, puedo escribirle a muchos con un “que
tal” o un “que hay”, pero su nombre
aparece, y el surfeo del celular se detiene, escribir o no escribir ahí está el
dilema, que decir, que no decir, ¿Cuántas palabras se necesitan después del
hola para no parecer un estúpido?
Hola, ¿cómo te va?...¿y si no contesta?,
¿y si contesta?...es interesante que aun después de toda el agua que ha pasado
debajo de mi puente aun me sienta como un chiquillo, para ciertas personas el
temor al rechazo desaparece después de los 500 rechazos, a otros nos toma un
poquito más.
Hola, esta noche quiero escribirte, pero
no por aburrimiento, quiero escribirte por cada una de las veces que me he
detenido en tu nombre, por todas las veces que he intentado escribirte y me he
quedado sin saber que decir después del hola, sin saber cómo empezar la
conversación, y aun así, hoy no sé qué decirte, no puedo decirte que te quiero
porque no sé qué es lo que siento, puedo decirte que pienso en ti porque de
hecho lo hago cada vez que escucho la radio, no sé que tienes que me atraes, me
hechizas, llevo tu aroma en cada lugar, el recuerdo cálido de tu sonrisa y tu
mirada tan serena, tan brillante, como una estrella…tan lejana.
Entonces espabilo y decido que lo mejor
es llamarte, pero me engaño, escribirte implica un pseudo anonimato que la llamada arruina, otra vez el dilema: ¿qué
te digo?, y utilizo una excusa, te pregunto alguna tontería, algo que
seguramente piensas que ya sabía, y no ves la necesidad de mi llamada, lo
siento en la forma en que me explicas y mientras hablas siento como interrogas
el verdadero motivo por el cual te llamo, quizá no es así y la culpabilidad de
mi débil excusa revela mis pensamientos por medio del tono de mi voz, de forma
atropellada aseguro haberte entendido, sonríes, quizá porque sabes que es un
ardid, no me conoces, pero sabes que no soy de los que hacen las cosas porque
sí, sabes que hay un motivo, susurras un hasta pronto y tu sonrisa se desliza
como un rayo entre mis neuronas, el remedio fue peor que la enfermedad: haberte
escuchado no me quitó la pica de saber de ti, al contrario me hizo creer que
sabes en que línea me muevo, me hizo pensar que no te disgusta, me produjo la
sensación equivocada de que algunas veces las estrellas se pueden alcanzar.
Hola, no tengo nada que preguntarte, solo
te escribo para decirte que estoy pensando en ti…
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