Decimos te amo con una facilidad que impresiona, decimos te odio como si fuese un buenos días, al final nuestras palabras flotan por el aire y llegan a nuestro destinatario original así como a destinatarios infiltrados…no puedo decir que te amo, pero me contengo al decir que te odio, porque amor y odio no son opuestas, si llegase a odiarte sería que siento un poco de amor, amor frustrado, amor intermitente, amor con miedo, pero amor al fin de cuentas. Lo único opuesto al amor es la indiferencia, el saber que existes pero que no signifiques más que alguna desconocida en un país lejano de lengua extraña a quien Destino nunca me llevará a conocer.
A lo lejos en mi memoria suena un poema de Neruda, mi cerebro automático y mi corazón necio no saben trabajar en equipo, por eso, para poder coexistir debo silenciar a uno de ellos, y darles la oportunidad de expresarse de manera alternada y en situaciones controladas…pero hoy gana Neruda.
Y ya no confío en tus palabras, miro tus ojos infinitos y mi reflejo luce turbio y lejano, distante, ajeno, extraño. Debo pensar más y sentir menos, me lo repito a cada instante, pero el huracán de emociones, ideas y sentimientos hacen casa en mi ser y no puedo ordenarme.
Y el te amo queda grande, se cae, se ensucia, no encaja, no es merecido, no sé si te amo…no sé si te pienso, quizá de tanto pensarte recuperes un fragmento de lugar en mi vida, en mi corazón, dentro de mi fortaleza…pero lo cierto es que no te odio, prefiero sentir indiferencia antes que odiarte, porque al odiarte será un amor con coraje y sentir coraje por tu alma cálida es una culpa tan pesada que nunca podré soportar, aun cuando seas tú quien la ha causado.
En ocasiones como esta siento que te alejo y una parte dentro de mí se alegra, quizá de esta forma el mundo continua, el universo sigue su curso y nuestras vidas prosiguen en su trayecto, pero existe otra parte de mí que no te quiere lejana y que cruzaría el mundo entero para sentir tu calor y la magia que, a pesar del tiempo y las circunstancias, sigue emanando de tu mirada.
Mientras trato de hacer que la vida continúe, mientras tratas de recuperar todo lo que has perdido, mientras se hacen esfuerzos por cruzar este abismo que hay entre nosotros, me doy cuenta que no hay nada que pueda prometerte, que no hay nada que pueda asegurarte y que, tristemente, no tengo una luz para guiarte. Al final de todo solo en el aire queda flotando un te quiero, quizá por los recuerdos, quizá por querer creer lo que dices, quizá por tus lágrimas, quizá porque siempre te he querido.
Neruda acorta sus pasos y sus letras se hacen traslucidas, casi invisibles, a lo lejos suena una melodía en lengua extraña y regresas a mi mente, como describir este momento, me pregunto mientras pienso que pasará mañana o la semana que viene, y aquel poema portugués se escurre entra mis pensamientos, saudade: la tristeza por los recuerdos alegres, recuerdos que están en tus manos para darles vida nueva y traerlos a esta realidad.
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