Este episodio de mi vida se llama arrepentimiento
No me arrepiento de los besos que he dado, en su momento, cada uno de ellos tuvo un motivo, una pasión, un anhelo, una intención, si hay que arrepentirse de algo, cosa que hago muy poco, me arrepentiría de los besos que no di, aquellos que se congelaron en las ganas, los besos con intención que frenaron en el aire, a centímetros o terminaron enredándose en el cabello de quien los recibiría. Arrepentirme de algo es algo muy extraño, cada error ha sido una enseñanza, y he tenido cuidado en que mis errores no afecten a otros, pero haber tenido cuidado no quiere decir que no haya pasado, y ahora en el recuento de avance y de daños me arrepiento haber lastimado a esas personas, pero no me arrepiento de las decisiones que tome porque todo ello me ha traído a ser lo que soy, y me gusta como soy.
Me arrepiento del beso que no di una lejana mañana de enero, un beso que hubiera marcado un punto de inflexión en mi vida y en la suya, mis ansias de triunfo y el sabor nuevo de la libertad y los viajes nublaron mi juicio o quizá lo definieron, lo cierto es que aquel beso nunca llegó, nunca más volví a verla, no hubieron promesas, no hubieron más planes, no hubieron las dulces palabras que hablan de futuro, esperanza y encierran un tal vez nos encontraremos, sin ese beso el único lugar que hubo fue para la nada. Ahora está mejor, ahora es feliz, lejos de lo que no pude dar, lejos de lo que no pude prometer, lejos de mis ansias de volar, lejos de mis deseos de salir de aquí y no regresar.
Me arrepiento del beso que no di una noche de abril, me arrepiento de no haber advertido la despedida que se enmarcaba en cada una de sus palabras, me gusta pensar que nunca hubo aquel beso porque me negaba a que se fuera, me negaba que no la volvería a ver, me negaba que pasarían tres meses y no la volvería a ver, durante ese tiempo todo seguía normal, vivíamos por nuestro lado y cada tres meses la magia continuaba, las conversaciones se estiraban, las risas se desbordaban, pero nunca pude despedirme, nunca se pudo poner punto final, nunca se pudo decir palabras de esperanza, de volvernos a encontrar algún día, ahora que lo pienso quizá nunca se despidió, nunca nos despedimos, porque ninguno de nosotros quiso decir adiós, ilusamente me atrevo a pensar que cuando no hay despedida es porque no hay final.
Ahora, estoy cercano a un beso que no daré, que no sé si me arrepienta en el futuro, no sé si me pese en el alma más que su ausencia porque no marcará un fin, no sé si habrán palabras que hablen de futuro, sueños y esperanzas, ahora es diferente, quien quiere besar busca la boca y quien ha fallado debe besar, quizá con la oscuridad de la noche el arrepiento me golpee, pero será demasiado tarde para echarse atrás, demasiado tarde para aplicar correctivos, demasiado tarde para enmendar, y no rectifico mi camino porque sé que la rectificación no me corresponde a mi, y que cuando el momento llegue, lo contaré como otro beso que no di.